"Restaurante de hotel abierto al público en un paraje cara al mar, a pocos metros. Nuestra experiencia quizás se aparta de los días más concurridos de verano: medio septiembre y entre semana. Viendo que en Portbou no había casi ninguna parte abierta para comer un poco correcto nos llegamos al pueblo vecino. Pasadas las dos fuimos los primeros clientes y más tarde sólo acompañados en la mesa de al lado por tres ingleses y una señora catalana que les invitaba y les contaba maravillas de la cocina. Pasamos a la comida: faltaban bastantes cosas, las ensaladas demasiado caras, el poco pescado existente, bueno; tal vez el postre lo mejor. Me sorprendió que al pedir una copita de vino la camarera viniera de otro espacio con la copa en la mano ya llena. ¿No se sirve delante del cliente? La pobre señora no sabía porvenir que les faltara la gran mayoría de platos que escogía para impresionar a sus invitados: Pues, así, ¿qué tenéis? . Por otra parte, entiendo que si no existe clientela diaria no hay oferta variada."